«Ahora somos más fuertes porque estamos unidos»: así fue el discurso completo de Putin


Este 30 de septiembre ya entró en la historia contemporánea como la fecha en la que se firmaron los acuerdos de incorporación de cuatro nuevas regiones a la Federación de Rusia: las repúblicas de Donetsk y Lugansk y las regiones de Zaporozhie y Jersón.

El mandatario ruso, Vladímir Putin, se reunió en el Salón de San Jorge del Gran Palacio del Kremlin con los jefes de las administraciones de estas regiones: Denís Pushilin, de la República Popular de Donetsk; Leonid Pásechnik, de la República Popular de Lugansk; Evgueni Balitski, de la región de Zaporozhie; y Vladímir Saldo, de la región de Jersón. Tras la firma de documentos, el presidente ofreció un discurso.

Estimados ciudadanos de Rusia, ciudadanos de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, vecinos de las regiones de Zaporozhie y Jersón, diputados de la Duma Estatal, senadores de la Federación de Rusia.

Como ustedes saben, en las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y en las regiones de Zaporozhie y Jersón se llevaron a cabo una serie de referendos. Se hizo un balance y sus resultados ya son públicos. La gente ha hecho su elección, una elección clara.
Hoy firmamos el decreto para la adhesión a Rusia de la República Popular de Donetsk, la República Popular de Lugansk, las regiones de Zaporozhie y Jersón. Estoy seguro de que la Asamblea Federal apoyara las leyes constitucionales sobre la aceptación y formación en Rusia de cuatro nuevas regiones, de cuatro sujetos de la Federación de Rusia, porque así fue la decisión de millones de personas.

Y eso, claro está, es su derecho, un derecho inalienable que está establecido en el artículo 1 de la Carta de la ONU.

Repito, este es un derecho inalienable de las personas, se basa en la unidad histórica; en su nombre vencieron las generaciones de nuestros antepasados, aquellos que, desde los orígenes de la Antigua Rus, durante siglos, construyeron y defendieron Rusia. Aquí, en Novorossia, lucharon Rumiántsev, Suvórov y Ushakov, mientras Catalina II y Potemkin fundaban nuevas ciudades. Aquí nuestros abuelos y bisabuelos lucharon hasta la muerte durante la Gran Guerra Patria.

Siempre recordaremos a los héroes de la Primavera Rusa, a aquellos que no aceptaron el golpe neonazi en Ucrania en el 2014, a todos aquellos que murieron por el derecho de hablar su idioma nativo, de preservar su cultura, tradiciones, fe, por el derecho a vivir. Estos son los guerreros del Donbás, los mártires de Khatyn de Odesa [los 48 opositores al golpe de Estado que fueron encerrados en la Casa de los Sindicatos y quemados vivos] y las víctimas de los ataques terroristas inhumanos perpetrados por el régimen de Kiev. Se trata de voluntarios y milicianos, de civiles, niños, mujeres, ancianos, rusos, ucranianos, personas de varias nacionalidades. Se trata del verdadero líder del pueblo de Donetsk, Alexánder Zajárchenko, de los comandantes militares Arsén Pávlov y Vladímir Zhoga, Olga Kochura y Alexéi Mozgovói, del fiscal de la república de Lugansk Serguéi Gorenko. Del paracaidista Nurmagomed Gadzhimagomédov y de todos nuestros soldados y oficiales que sufrieron la muerte durante la operación militar especial. Ellos son héroes. Los héroes de la gran Rusia. Pido que honren su memoria con un minuto de silencio.

Detrás de la elección de millones de residentes en las repúblicas de Donetsk y Lugansk y en las regiones de Zaporozhie y Jersón está nuestro destino común y una historia milenaria. La gente transmitió esta conexión espiritual a sus hijos y nietos. A pesar de todos los desafíos, llevaron a través de los años el amor por Rusia. Y nadie puede destruir este sentimiento en nosotros. Por eso, tanto las generaciones mayores, como los jóvenes, los que nacieron después de la tragedia del colapso de la Unión Soviética, votaron por nuestra unidad, por nuestro futuro común.

En 1991, en Belavézhskaya Puscha, sin consultar la voluntad de los ciudadanos comunes, los representantes de las élites del partido de aquel entonces decidieron hacer colapsar la URSS, y la gente de repente se vio aislada de su patria. Esto desgarró, desmembró a nuestra comunidad y se convirtió en una catástrofe nacional. Así como después de la revolución las fronteras de las repúblicas unidas fueron cortadas entre bastidores, así los últimos líderes de la Unión Soviética, contrariamente a la expresión de la voluntad de la mayoría del pueblo expresada en el referendo de 1991, arruinaron nuestro gran país, simplemente avisaron a los pueblos de algo que ya había sucedido.

Admito que ellos ni siquiera entendían lo que estaban haciendo y las consecuencias a lo que esto inevitablemente conduciría. Pero esto ya no importa. No existe la Unión Soviética, el pasado no puede ser cambiado. Tampoco la necesita Rusia hoy en día, no es algo a lo que aspiremos. Pero no hay nada más fuerte que la determinación de millones de personas que, por su cultura, fe, tradiciones, idioma, se consideran parte de Rusia, cuyos antepasados vivieron en un solo Estado durante siglos. No hay nada más fuerte que la determinación de este pueblo de regresar a su verdadera patria histórica.

Durante ocho largos años, la gente en Donbás fue objeto de genocidio, bombardeos y bloqueos, mientras que en Jersón y Zaporozhie intentaron cultivar criminalmente el odio hacia Rusia, hacia todo lo ruso. Ahora, durante los referendos, el régimen de Kiev amenazó con violencia, con la muerte a maestras de escuela, a las mujeres que trabajaban en las comisiones electorales, intimidó con represiones a millones de personas que venían a expresar su voluntad. Pero la gente inquebrantable de Donbás, Zaporozhie y Jersón dieron su opinión.

Quiero que las autoridades de Kiev y sus verdaderos amos en Occidente me escuchen, para que todos recuerden esto: las personas que viven en Lugansk y Donetsk, Jersón y Zaporozhie se han convertido en ciudadanos rusos para siempre.

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Hacemos un llamado al régimen de Kiev para que cese inmediatamente el fuego, todas las hostilidades, la guerra que desató en 2014 y regrese a la mesa de negociaciones. Estamos listos para esto, se ha dicho más de una vez. Pero no discutiremos la elección de la gente en Donetsk, Lugansk, Zaporozhie y Jersón. Ya eso es un hecho. Rusia no los traicionará. Y las autoridades de Kiev de hoy deben tratar este libre albedrío del pueblo con respeto y nada más. Este es el único camino hacia la paz.

Defenderemos nuestra tierra con todas las fuerzas y medios a nuestro alcance y haremos todo lo posible para garantizar la vida segura de nuestro pueblo. Esta es la gran misión liberadora de nuestro pueblo.

Necesariamente reconstruiremos ciudades y pueblos destruidos, viviendas, escuelas, hospitales, teatros y museos, restauraremos y desarrollaremos empresas, industrias, fábricas, infraestructura, sistemas de seguridad social, pensiones, atención médica y sistemas educativos.

Por supuesto, trabajaremos para mejorar el nivel de seguridad. Juntos hacemos que los ciudadanos de las nuevas regiones sientan el apoyo de todo el pueblo de Rusia, de todo el país, de todas las repúblicas, de todos los territorios y regiones de nuestra gran patria.

¡Queridos amigos, compañeros!

Hoy quiero dirigirme a los soldados y oficiales que participan en la operación militar especial, a los guerreros de Donbás y Novorossia, los que, tras el decreto sobre la movilización parcial, se incorporan a las filas de las Fuerzas Armadas, cumpliendo con su deber patriótico, a los que, siguiendo el llamado de su corazón, asisten a los puntos de reclutamiento militar. Quisiera dirigirme también a sus padres, esposas e hijos, para decirles por qué lucha nuestro pueblo, qué enemigo se nos opone, quién está lanzando el mundo a nuevas guerras y crisis, sacando sangriento provecho de esta tragedia.

Nuestros compatriotas, nuestros hermanos y hermanas en Ucrania —una parte de nuestro pueblo unido— vieron con sus propios ojos lo que los círculos gobernantes del llamado Occidente están preparando para toda la humanidad. Ahora, simplemente se quitaron las máscaras, mostraron su verdadero rostro.

Después del colapso de la Unión Soviética, Occidente decidió que el mundo, todos nosotros, tendríamos que soportar para siempre sus dictados. Luego, en 1991, Occidente esperaba que Rusia no se recuperara de estas conmociones y se derrumbaría por sí sola. Y sí, casi sucedió, recordamos los 90, los terribles 90, hambrientos, fríos y sin esperanza. Pero Rusia resistió, revivió, se fortaleció, volvió a ocupar el lugar que le correspondía en el mundo.

Al mismo tiempo, Occidente ha estado buscando todo este tiempo, y continúa buscando, una nueva oportunidad para golpearnos, debilitarnos y destruir a Rusia, algo con lo que siempre ha soñado, dividir nuestro Estado, hacer enfrentar a los pueblos entre sí, condenarlos a la pobreza y la extinción. Simplemente están obsesionados por el hecho de que exista un país tan grande y enorme en el mundo, con este territorio, riqueza natural, recursos, con un pueblo que no sabe cómo —y nunca lo sabrá— vivir bajo las órdenes de otra persona.

Occidente está dispuesto a pasar por encima de todo para preservar el sistema neocolonial que le permite parasitar, de hecho saquear, al mundo a expensas del poder del dólar y los dictados tecnológicos, para cobrar verdadero tributo a la humanidad, para extraer la principal fuente de prosperidad no ganada, la renta de la potencia hegemónica. El mantenimiento de esta renta es un motivo clave, genuino y absolutamente egoísta. Por eso les interesa la desoberanización total. De ahí su agresión hacia los Estados independientes, hacia los valores tradicionales y las culturas originarias, los intentos de socavar los procesos internacionales y de integración fuera de su control, las nuevas monedas mundiales y los centros de desarrollo tecnológico. Para ellos es fundamental que todos los países entreguen su soberanía a Estados Unidos.

Las élites gobernantes de algunos Estados aceptan voluntariamente hacer esto, aceptan voluntariamente convertirse en vasallos; otros son sobornados, intimidados. Y si no funciona, destruyen Estados enteros, dejando tras de sí catástrofes humanitarias, desastres, ruinas, millones de destinos humanos arruinados, mutilados, enclaves terroristas, zonas de desastre social, protectorados, colonias y semicolonias. No les importa mientras obtengan su propio beneficio.

Quiero volver a subrayar: en la codicia, en la intención de preservar su poder ilimitado, es precisamente donde están las verdaderas razones de la guerra híbrida que Occidente, como colectivo, está librando contra Rusia. Nos desean, no libertad, sino que nos quieren ver como una colonia. No quieren una cooperación en igualdad de condiciones, quieren robar. Quieren vernos no como una sociedad libre, sino como una multitud de esclavos sin alma.

Para ellos, nuestro pensamiento y filosofía son una amenaza directa, y por eso atentan contra nuestros filósofos. Nuestra cultura y arte son un peligro para ellos, por lo que están tratando de prohibirlos. Nuestro desarrollo y prosperidad también es una amenaza para ellos: la competencia está creciendo. Ellos no necesitan en absoluto a Rusia, somos nosotros la que la necesitamos.

Me gustaría recordarles que en el pasado las pretensiones de dominación mundial en varias ocasiones se han hecho añicos debido a la valentía y la resistencia de nuestro pueblo. Rusia siempre será Rusia. Seguiremos defendiendo tanto nuestros valores como nuestra patria.